En medio de un temporal de nieve, practicando snow-car, llegamos a Chicago. No
obstante, como a cualquier hija de secano, la nieve me parece exótica y no me
impide disfrutar de los encantos de una ciudad que nada tiene que envidiar a
otras grandes urbes americanas. Vistas espectaculares y con una oferta cultural
increíble a la vez que acogedora, invita a recorrer sus calles sin necesidad de
realizar grandes desplazamientos o sufrir los trastornos propios de una gran
ciudad a la hora de moverse. Es una gozada tenerlo todo tan a mano.
Los mejores conciertos se sirven en salas. Quienes gusten de darse un conciertazo de vez en cuando sabrán perfectamente lo que les digo.