7 abr 2013

▪ Welcome Tokyo! ▪


Pensaba en Japón como un país en el que disfrutaría al máximo del choque cultural que tanto me gusta e intento encontrar cuando viajo a Asia. Al primer vistazo, comprendí, un poco decepcionada, que Japón había evolucionado a un ritmo diferente, y que ese rastro ancestral lamentablemente se había perdido. Tienen sus costumbres, sus cosas de japoneses, con las que disfruté al máximo, pero no encontré la magia. Una cosa es flipar y otra estremecerse.
Bien, en Tokyo, como en el resto de ciudades que he visitado en esta aventura, la grafía me recordaba que estaba en Japón, pero al patear sus calles, contemplar su horizontalidad o distribución, tuve la sensación de que bien podía encontrarme en una gran ciudad americana cualquiera, aunque con algunas diferencias: una ciudad extremadamente limpia y ordenada, delincuencia 0, coches cubo, máquinas para la comida, les gusta el pirriaque, transporte público megaeficiente, locales enormes de ocio, no ponen alarmas en las tiendas, no se puede fumar en la calle (solo en zonas habilitadas), si encuentras una papelera échala a favoritos, pachinko -se vuelven loquitos con esas máquinas de bolas-, líneas amarillas que te indican el sentido________ Ellas deciden quien se queda y quien se va, guantes y fundas de cadeneta en los taxis, mascarillas, ruído 0, cableado sin soterrar, autopistas carísimas, 0 inglés.






3 abr 2013

▪ A magical night in Disneyland Tokyo ▪

 
 
 
 
Salacadula, chachicomula, bibidy babidy bu!
 
 
 

 
 
“¿Sabes, Wendy? , cuando el primer niño rió por primera vez, su risa se rompió en miles de pedazos que se fueron dando saltos, y así fue cómo aparecieron las hadas. Y por eso tendría que haber un hada por cada niño y cada niña.

-¿Tendría que haber? ¿Acaso no es así?

-No. Ahora los niños saben mucho y pronto dejan de creer en las hadas, y cada vez que un niño dice “No creo en las hadas”, en algún lugar hay un hada que muere”